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Aparece un desconocido: el amargo. El chocolate es un postre muy apreciado en el mundo entero porque nos descubre sabores antagónicos muy difíciles de combinar: amargo y dulce. El amargor del cacao se ve disminuido por un intenso dulzor (sacarosa, principalmente) envuelto el conjunto por la sensación grasa de la manteca. El Fondillón es capaz de respetar al máximo este producto. Su dulzor, acidez, amargor y aromas intensos combinan con el chocolate permitiendo saborear ambos productos sin desmerecer un ápice de su calidad.
Cuando se trata de maridar postres con un vino el Fondillón es insuperable. Cuando se trata de maridar un plato cuyo principal característica organoléptica es el dulzor elegir un vino que también lo sea es la decisión más acertada. Además, en este caso, el Fondillón también es capaz de destacar por su acidez haciendo un contraste único. Turrones, baklava, namura, mammul…, postres típicos mediterráneos para un vino mediterráneo.
El Fondillón sabe a higos, arrope, uva madura, algarrobas, tomillo, romero, salvia… el Fondillón huele a Mediterráneo. Uva, granada, níspero, higo, dátil, naranja, caqui… aromas mediterráneos, aromas a fruta madurada y recolectada en el momento justo. La complejidad de aromas de cualquiera de estas frutas, acompañadas de su dulzor, permiten integrar la acidez y aromas complejos del Fondillón haciendo de esta mezcla un solo disfrute, un solo sabor, un todo.
Untuoso, graso, de sabor intenso y duradero y con un ligero toque de acidez. La descripción organoléptica del Foie Gras o el Paté, es un fiel reflejo de las características organolépticas del Fondillón. El balance de dulzor y acidez combinados con los aromas intensos a chocolate, frutos secos, vainilla, caramelo, fruta madura… hacen del Fondillón un compañero ideal para este tipo de productos.
Los platos elaborados con este tipo de carnes se caracterizan por sus sabores intensos y aromas penetrantes, de postgusto muy largo. La uva Monastrell toma un papel importante con estas carnes con sus característicos aromas a vegetales, bosque mediterráneo. El Fondillón, además, es capaz de incrementar esta sinergia, pues su dilatado paso por madera añade aromas terciarios propios de esta, como especiados y torrefactos, haciendo un maridaje perfecto.
El arte de saber comer pasa por saber maridar los ingredientes en base a sus similitudes, así como en base a su complementariedad. Este último adjetivo es el que permite equilibrar la complejidad del sabor, contrarrestar sabores salados con dulces, aromas ahumados con frutales, aromas complejos con aromas simples. Este equilibrio antagónico permite que el Fondillón sea un gran compañero de salazones como atún, mojama, hueva, melva, maruca…, equilibrando el sabor salado y aromas intensos a mar, con ligero dulzor y acidez y aromas a fruta madura, frutos secos, balsámicos y torrefactos.
Este tipo de producto se caracteriza por sus sabores intensos lácticos y aromas tostados, frutos secos y moho. Su friabilidad y untuosidad hacen que los sabores se intensifiquen en el paladar y que el postgusto sea muy duradero. La potencia de sabor del Fondillón permite que los sabores de ambos productos combinen y perduren de forma homogénea. La acidez sostenida de este vino facilita, además, que el paladar se limpie y que los sabores más livianos aparezcan permitiendo ampliar los matices aromáticos de ambos productos.
Aunque el sabor y aroma del queso depende en mayor parte del tiempo y condiciones de maduración, podemos encontrar en cualquiera de sus variantes sabores lácticos y aromas vegetales, florales, afrutados, torrefactos y especiados. Su sabor intenso es fruto de la combinación de su complejidad aromática y sus sabores ácido (lácticos) y umami. El Fondillón presenta aromas de las mismas familias y un balance de dulzor y acidez que permiten que el maridaje con cualquier queso sea idóneo.
Los azúcares presentes en este postre, principalmente glucosa y fructosa, provenientes de la miel y el azúcar empleados en su elaboración, hacen el dulzor intenso y prolongado. La almendra con su aroma característico, y sus notas intensas a frutos secos y ligeras a fruta de hueso, equilibran con la acidez del Fondillón, la cual permite prolongar el postgusto característico a la par que limpia el paladar por la estimulación de las glándulas salivares. García Márquez comenzaba El amor en los tiempos del cólera diciendo que “el olor de las almendras (amargas) le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”. Si las hubiera acompañado de un Fondillón se hubiera replanteado la contrariedad de estos amores.